domingo, 17 de agosto de 2014

El panorama brasileño se redefine sin el socialista Campos

El accidente fatal que segó la vida a Eduardo Henrique Accioly Campos no sólo segó la vida de un joven y prometedor político brasileño sino que revolucionó el panorama político de Brasil frente a las elecciones presidenciales de octubre.

La próxima semana, luego del entierro de Campos, su Partido Socialista Brasileño debe decidir quién lo sustituirá como su candidato presidencial. Para ello tiene dos opciones: que la candidata vicepresidencial, la ecologista Marina Silva Vaz de Lima —invitada por el PSB—, ocupe la primera candidatura, o elegir otro candidato dentro de sus filas. En la realidad, la decisión va por el sentido inverso: convencer a Marina Silva que ocupe la candidatura. De ella decidirse, sería la segunda vez que se enfrenta a Dilma Vana Rousseff y sus 20 millones de votos de 2010 pesarán mucho en esa invitación. De no aceptarla —lo que es menos probable—, con seguridad la alianza entre el PSB y el Partido Verde de Silva Vaz de Lima se fracturará, beneficiando por separado a los otros dos candidatos principales: la presidente Rousseff por el Partido de los Trabajadores (PT) y el senador Aécio Neves da Cunha por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

El otro escenario —Marina Silva acepta la candidatura presidencial del PSB— sin dudas beneficiará el caudal de votos para ese partido considerando que Silva Vaz de Lima es más conocida nacionalmente que el difunto Campos —aceptó ser segunda para aprovechar la maquinaria del PSB—, a lo que se sumaría el voto duelo.

Este último panorama, si bien podría hacer migrar alguna parte del electorado de clase media del PSB hacia Neves da Cunha —aunque bajando al tercer escalón de intenciones—, perjudicaría sobre todo a la candidatura de Rousseff porque la candidatura de Silva Vaz de Lima iría precisamente al electorado propetista —fue ministra del primer gobierno Lula da Silva—, que encontraría en la candidata propuestas similares a las del PT pero sin el desgaste de tres ejercicios de gobierno —ni de la corrupción.



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