martes, 23 de octubre de 2012

En la piel ajena


Si quieres ganar un adepto para tu causa, convéncelo primero de que eres su amigo sincero. [Abraham Lincoln]

Ése es el requisito sine qua non para un Consultor político, un strategos por excelencia.
Si en la Antigua Grecia strategos era el comandante supremo de un cuerpo militar terrestre y, además, magistrados de Atenas, hoy en día un estratega —aun más si es político y máxime en época electoral—, además de comandar una batalla desde su torre de comando, tiene que saber cómo “meterse dentro de la piel ajena”.

Cuando algún político individual u Organización contrata un Consultor político, busca en él —o en ella, que amigas tengo muy buenas que lo son— algunas eficaces cualidades que hacen que este sujeto sea una mezcla —desproporcionada en sus composición— de chef pastelero, constructor y músico. ¿Por qué? Primero, porque el chef pastelero tiene que “endulzar” a un político en la justa medida que requieran sus consumidores: si lo “endulza” poco, no será apetecible; si lo “endulza” mucho, será empalagoso o, peor aun, indigesto. La dosis justa es un secreto tan bien oculto como la piedra filosofal y el chef pastelero tiene que descubrirla, buscando cuál es la “justa” cantidad que agrada a cada uno de los que podría consumir su pastel y hallando la media de esas dosis “justas”: Ése es el arte de los pasteleros, que viene desde que combinaban frutos secos y miel en las proporciones adecuadas, glorificados de estar en las páginas de la Biblia y del Corán.

Segundo, nuestro Consultor político tiene que dominar las artes de construir: Saber edificar sobre bases sólidas —que ha encontrado en los “caminos” trazados que ha encontrado en los electores— para que no se desmorone su edificación; tiene que ser como el “hombre prudente” en la parábola que San Mateo transcribe y que “construyó su casa sobre piedra firme” (Mt, 7: 24-27). Como los constructores de las pirámides, su obra tiene que ser tan sólida que ningún viento (ni de desierto, ni de selva ni de sabana) la afecte pero tan accesible y abierta que invite a visitarla y a quedarse en ella. Escuadra y compás —símbolos iniciáticos— y mazo y cincel le son fundamentales: La escuadra le dirá dónde no debe desviarse; el compás, la capacidad de no tener ángulos abruptos; mientras el mazo y el cincel desbastarán, permanentemente, la obra y sacarán las esquirlas que, según avance el tiempo, vayan sobrando.

Y al final, esta obra tan sólida tendrá armonía, la que Teón de Esmirna describía como la “combinación de contrarios, unificación de múltiples y acuerdo de opuestos”. Ojala que llegue a concebir la que Pitágoras de Samos le atribuía a las esferas celestes, que entonces será una creación exitosísima —pero también asaz peligrosa en la medida que se dé cuenta y se lo atribuya.

Si logra eso, el Consultor político habrá triunfado porque su Candidato aupado con probabilidad habrá vencido —porque el Consultor político no se concibe si no tiene a quién (o qué) aupar porque es tan simbiótico que no existiría sin cobijo, como tampoco el líquen sin tronco— y, entonces, buscará nuevas batallas.

Pero como no se arriesga nunca pierde, aunque su Candidato —a quien asignaría todas las causas de ello— sea derrotado. Siempre será —repito al Consultor político— porque: no siguió sus consejos; oyó otras opiniones malas; se apuró… o se detuvo antes; fue pusilánime… o muy agresivo... En fin, no fue él si no “el otro”.

Es por eso que nunca será político porque aprendió de Churchill que “la política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez”.

Espero haberle invitado a la sonrisa y, luego, a la reflexión. Sonrisa tan necesaria en un día dedicado a comerse las uñas.


Referencias

      

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