lunes, 19 de septiembre de 2011

¡Indignémonos!

«Sólo es hombre quien se compromete.» [Stéphane Hessel]

Indignez-vous! (¡Indígnense!, en castellano) ha sido el documento conceptual que le ha dado forma a un movimiento caótico y variopinto que tomó nombre después de esta obra, con independencia de que existe desde hace mucho tiempo –como mencionan Virginia Moyano en su artículo “Los indignados” (Opinión), recordándonos Mayo del 68, unida a la Revolución Cubana (tan románticamente utópica entonces para toda la juventud) y la oposición a la Guerra de Vietnam, y el mismo Hessel en su libro, retrotrayéndonos a los valores que vencieron al fascismo y se plasmaron en la Declaración Universal de los Derechos Humanos–, que va reproduciéndose y tomando distintas banderas (porque eso son: sin-banderas) según lo que les indigna en cada país: regímenes autoritarios y corruptos, en el Oriente Medio; fin del Estado de Bienestar, “traición” (acusada) de los políticos, enfrentar la sin-esperanza (sentimiento social distinto a desesperanza) y poder de la plutocracia, en Europa; acceso a la Educación, en Chile; violencia entre sionistas y palestinos, en Israel; protección ambiental, en toda la Amazonía… Muchas y muy distintas, en las antípodas unas de otras, pero unidas por la inconformidad con la exclusión: la Indignación.

Noventa y tres años tiene hoy Stéphane Hessel. Nació alemán, judío; se naturalizó francés y fue un activo luchador de la Resistencia francesa; capturado y torturado por la Gestapo, enviado al campo de concentración nazi de Buchenwald, se escapó, fue capturado y volvió a escapar. Después de la caída del fascismo, fue fundador de las Naciones Unidas y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Es interesante cómo este anciano, en las poquísimas páginas de su folleto, ha resumido el pensamiento de multitudes y, sin ser líder, les ha dado liderazgo. Con mucho, Indignez-vous! es una mezcla de utopías que no han cuajado aún con realidades que, desde muchísimos criterios diferentes, indignan.

Tres son los pilares del libro: Primero, la gran diferencia creciente entre los muy pobres y los muy ricos. Segundo, la violación cotidiana de los derechos humanos, con nuestra silenciosa complicidad. Tercero, el estado de destrucción del planeta por empresas mezquinas y gobiernos sumisos, agravado con nuestra indiferencia.

Frente a ellos y convencido de nuestra indignación cuando nos damos cuenta de ellos, Hessel propone enfrentar el consumismo, el desprecio a la humildad y la cultura, el olvido generalizado y una competición despiadada de unos contra otros. Y también les pone cara: Políticos y plutócratas sin escrúpulos más allá de ganancias. Resistencia como insurrección pacífica, retomando la filosofía de acción de Mahatma Gandhi y Nelson Mandela y desarrollando conciencia social.

Sin dudas, no estaremos de acuerdo con todos los movimientos indignados –tampoco creo que lo estará Hessel– pero el espíritu (caótico, tal Hegel) que los permea podrá dar frutos. Esperemos no nos asombren.



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