Hoy, sábado 23 de marzo, cuando me lee
posiblemente ya haya sido censado o lo será pronto —o, como muchos como yo: estará
censando a otros.
Éste es un Censo sui géneris: atrasado dos años —el anterior también lo fue, y el
que lo antecedió demoró 11; así fue siempre dilatado—, alimentado con la
polémica generada por el mismo INE y el Ministerio tutor de que hasta inicios
de 2022 “todo estaba preparado a tiempo” para hacerlo ese año y, menos de seis
meses después, anunciaban que “nada estaba” porque lo querían demorar para que
no pudieran aplicarse sus resultados en las elecciones de 2025…
Una picardía (término “light”) gubernamental rápidamente denunciada. Los por qué eran claros: si no había cierre
de Censo hasta 2025, nunca se definirían cuántos seremos y la Asamblea
Legislativa Plurinacional no podría sacar la ley que reordenaría la
representación en la Cámara de Diputados —en Senadores, los cuatro por
departamento (de por sí demasiados: con dos bastarían) no serían afectados
porque no dependían de la población— ni, en consecuencia, las regiones más
receptoras de migración —el departamento de Santa Cruz (los de Tarija y Beni
algo menos) y la ciudad de El Alto— no se beneficiarían ni las eyectoras (sobre
todo Potosí y Chuquisaca, Oruro también) se perjudicarían. (“Casualmente” Santa
Cruz es el principal departamento opositor al masismo de cualquier signo y el
de más grande crecimiento económico y poblacional, mientras que El Alto hoy
oficialmente es arcista sin fidelidad y, como en Santa Cruz, es de población
joven, urbana y cada vez más instruida: los que menos creen “los cuentos”). El
otro gran tema en el que define el cuánto
somos es el Pacto Fiscal… a más población, corresponderían más recursos; pero
el Pacto Fiscal —a negociar la distribución para el Presupuesto General del
Estado de 2026— ha sido tema tabú siempre para el masismo, no importa de cuál
signo, porque perdería la cornucopia de la prebenda clientelar de la burocracia
y el manejo discrecional —corrupto— de nuestros recursos.
Claro que hay otros temas, hilando fino: Uno
de ellos es que desde el de 2012 se cayó el mito “plurinacional” de las “36
naciones indígenas” (indianismo embuchado en la Constitución “del cuartel” por
los asesores marxistas-estalinistas del CEPS español) por dos razones: porque
los autoidentificados indígenas —por autoadscripción de etnia o por lenguaje
principal autorreconocido— no llegaron al 42% y porque seis o siete de las “36
naciones indígenas” no tuvieron ninguna adscripción (y la mayoría del resto,
estuvieron entre 100 y 1.000 autorregistrados); la exclusión de la categoría
“mestizo” había salido de las boletas desde el Censo de Urriolagoitia (1950) y,
a pesar de los reclamos públicos, no fue incluida en el de 2012 ni éste de 2024
porque afectaría la alícuota de población indígena, con lo que la mayoría de
los censados esos año nos quedamos en una categoría “abstracta”: la de no-indígena. Otro es que Bolivia dejó
de ser rural hace muchos años y hoy es —abrumadoramente— urbana (que, además,
es el lugar del pleno mestizaje en cualquier cultura).
Muy dificultosa fue la discusión para no
retrasar los resultados del Censo tras 2025 y muy “movida” en argumentos y en
decibeles —que de todo hubo, mediatizados los más—: reuniones, discusiones,
insultos, paros, bloqueos, huelgas de hambre. El paro de 36 días en Santa Cruz
fue un recurso extremo, altamente simbólico pero mucho más hormonal —improvisado—
que estratégico porque no logró el apoyo efectivo de la Sociedad Civil organizada
del resto del país y, en resultados, sólo confirmó lo que semanas antes había
conseguido el Comité Interinstitucional —académico y profesionalmente técnico
más que político. Queda para el recuento futuro cuánto de sacrificio les fueron
los 36 días de sacrificio para la mayoritaria población sin ingresos fijos ni
recursos y cuán fácil es socavar la economía cruceña —productiva, agropecuaria
y exportadora.
Al fin llega el Censo y —a pesar de
susceptibilidades que generaron malentendidos por medio, lógicas con todo lo
que antecedió— ahora toca, como escribió Pablo Mendieta (“Y después del censo,
¿qué?”, El Deber, 21/03) también meditar
y prepararnos porque el censo es sólo el
inicio…
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