martes, 12 de julio de 2011

México, desunión sin victoria

México va camino de elecciones generales sexenales en 2012 y en ese proceso se van realizando elecciones para Gobernador en sus Estados.

El fin de semana anterior hubo en 3: Estado de México, Coahuila y Nayarit. El año anterior, para elecciones estatales en juego, se dio un fenómeno inusual en la política mexicana: la alianza de contrarios ideológicos, extremos. Por primera vez, el partido de gobierno (Acción Nacional, PAN, de centro derecha) y su rival ideológico (De la Revolución Mexicana, PRD, de izquierda) se unían en una alianza electoral que les permitió arrebatarle tres importantes Estados al Partido Revolucionario Institucional (PRI): Sinaloa, Oaxaca y Puebla, bastiones del PRI y con fuerte importancia.

Con la alianza entre ambos partidos (más otros 2, significativamente menores: Del Trabajo y Convergencia, y algunos de alcance estadual) se abría una opción de frenar al PRI y lograr que en 2012 volviera a ser derrotado en las nacionales. Esta alianza, que surgió circunstancial en ese momento pero que se proveyó proyectarla, al menos hasta 2012 (de acuerdo con los resultados, y ya el Presidente Calderón Hinojosa había advertido que el PAN podía ir con candidato ajeno… ¿acaso Marcelo Ebrard Casaubon?, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal por el PRD y confrontante de Andrés Manuel López Obrador, “líder” del PRD y derrotado en 2006 por Calderón Hinojosa), resultó ser la mejor manera de avanzar en un frente antiPRI para las elecciones mexicanas, dándole todo el apoyo al candidato con mejores opciones, fuera del PRD o del PAN. Desprovista de armonía ideológica, esta alianza –más práctica que estratégica (¿recuerda ADN+MIR+FRI en Bolivia?)– fue un claro ejemplo –otro más, como tantos en la historia– de que los opuestos pueden unirse, eficientemente, frente a un  enemigo común, aunque no conculquen ideologías –en 2011, El País español mencionaba que “El perro y el gato vencieron al dinosaurio”.

Regresando a las elecciones de hace pocos días, esta alianza no pudo repetirse porque López Obrador desautorizó a los militantes de su partido de participar en ella y, además, impuso a sus candidatos contra los propuestos por sus organizaciones locales. ¿La consecuencia? Victoria aplastante del PRI en el Estado de México y significativa en Coahuila y Nayarit –en éste último, al menos, la alianza hubiera ganado.

Esto es una importante señal, sobre todo para el PRD (en el PAN, las disonancias con la alianza y lo anunciado por el presidente son muchísimo menores): En primer lugar,  está muy lejos de la fuerza con la que nació en 1989 con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (hijo del Presidente Lázaro Cárdenas del Río) y otros exmiembros de la izquierda del PRI; segundo, López Obrador ha dejado de ser el referente de sectores de centroizquierda en México y su propio liderazgo partidario está muy disminuido y confrontado; tercero y final, el PRD –en alianzas que no incluyan al PAN– será barrido a un tercer lugar distante en 2012.

Estas reflexiones, sin dudas, son también muy buenas para una Bolivia futura.

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