martes, 19 de enero de 2016

Para entender encuestas


La última semana ha sido de mucha discusión entre dos encuestas que se han publicado en Bolivia sobre el referéndum constitucional del 21 de febrero próximo para confirmar la aceptación popular para que la Asamblea Legislativa Plurinacional discuta cambiar el artículo 168 de la Constitución Política del Estado para permitir la tercera reelección del presidente Morales Ayma.

Lógicamente, cualquier encuesta que se difundida sobre esta votación despertará gran interés en la población, primero por la significación político y económica de la misma (la continuidad del presidente significaría, con grandes posibilidades, la posibilidad del mantenimiento del status quo actual aunque, en la realidad, las crecientes dificultades económicas por las caídas de los commodities que sustentan la economía boliviana y la transformación acelerada del panorama político regional influenciarán progresiva y decisivamente sobre el futuro a corto tiempo) y porque la opinión pública es plenamente consciente que si el electorado estuviera mayoritariamente de acuerdo (aunque fuera sólo con un voto más) con la posibilidad de cambio constitucional, en realidad estaría aprobando directamente la rererelección porque el procedimiento legislativo estaría asegurado por la amplia mayoría del oficialismo en la ALP. En las dos últimas encuestas difundidas (de Equipos Mori para “El Deber” y de Ipsos Apoyo para el Grupo ATB) esto se magnifica por la aparente contradicción entre ambas: una da ganador al SÍ y otra al NO.

Partiendo de la definición que da el Centro de Investigaciones Sociológicas (organismo oficial autónomo español que desde 1963 se dedica al estudio científico de la sociedad, sobre todo a través de encuestas periódicas), una encuesta es “una técnica de recogida de datos mediante la aplicación de un cuestionario a una muestra de individuos […] siguiendo una serie de reglas científicas que hacen que esa muestra sea, en su conjunto, representativa de la población general de la que procede”.

Sin descartar la importancia de definir el objetivo y preguntas de ambas encuestas (lo primero precisado por el tema idéntico: encontrar los valores de aceptación o rechazo, y lo segundo basado en la fiabilidad profesional de ambos proveedores) ni la hermenéutica de aplicación, nos queda un elemento que puede incidir en la diferenciación de resultados: la muestra, aunque ésta estadísticamente debería dar resultados similares. Considerando que ambas muestras encuestales se rigieron por la información del Censo 2012 y sus proyecciones, consideraremos que su composición poblacional (grupos etarios, género, nivel socioeconómico, etc.) deben ser similares; por lo tanto, las diferencias se podrían sustentar en las locaciones de investigación: si una de ellas se aplicó en las 10 ciudades principales (las capitales departamentales más El Alto: 55% del padrón) y otra abarcó, además, ciudades intermedias y áreas rurales (muchas conurbanas) o, simplemente, fueron éstas distintas entre ambas, el sesgo puede ser importante, más allá que en las 10 ciudades habita la mayoría del electorado. Lamentablemente, las fichas técnicas publicadas sólo dejan hacer conjeturas porque no identifican las demás locaciones.

Una encuesta es una fotografía de un momento preciso en lugares determinados y a poco puede “moverse” sustancialmente. Peor si la distorsionan, y mucho, los indecisos y los “ocultos”.

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martes, 5 de enero de 2016

Interpretando un nuevo ciclo


2016 será el del final de un ciclo de la política latinoamericana y el presumible inicio de otro. El período boliviariano, fundamentado en los ideólogos del denominado socialismo del siglo XXI (principalmente Heinz Dieterich Steffan como también Atilio Borón, James Petras, Giulio Santosuosso, Marta Harnecker y Wim Dierxsens, entre otros), llega a su fin con la estrepitosa crisis venezolana y las contracciones de las economías del resto de los países afines: graves en Brasil, Argentina y Ecuador (ésta la menos visibilizada pero no por ello significativamente menor) y menos en Uruguay, Bolivia (aunque pudiera ponerlo en peligro la cada vez mayor caída de precio de los commodities, la contracción de la economía brasileña y la reorientación argentina) y Nicaragua (beneficiado por la bajada del petróleo pero con afectado por la crisis venezolana), mientras que para Cuba, ante el peligro de su dependencia económica con Venezuela le ha llevado pragmáticamente, junto con EEUU, a iniciar soluciones para sus diferencias.

El bolivarianismo, que mezcló postulados del pensamiento de Simón Bolívar con otros del fracasado marxismo-leninismo soviético (aunque Karl Marx fue muy crítico del Libertador en su artículo “Bolívar y Ponte” de 1858 para The New American Cyclopedia y en una carta suya a Engels de ese año), surgió al final de otro de los ciclos políticos y económicos latinoamericanos: el entonces fracasado de las democracias neoliberales que sustituyeron al cruento período (también fracasado) de las dictaduras del Plan Cóndor y la Doctrina de la Seguridad Nacional. La denominada Revolución Bolivariana, surgida cruentamente del Caracazo de 1989, logró el poder en 1999 con la elección de Hugo Chávez Frías, permitiendo recuperar el impulso de expansión de la menguada y en crisis Revolución Cubana, a la que apuntaló, proyectándose internacionalmente gracias a los petrodólares venezolanos a través de la ALBA, los Foros de São Paulo y Social Mundial y el grupo de organizaciones internacionales que creó (UNASUR, CELAC).

El venezolano socialismo del siglo XXI (aunque HChF se consideraba un discípulo de Fidel Castro Ruz y su revolución, la coexistencia y alianza del modelo bolivariano con la empresa privada que le era afín le marca la principal diferencia) fue expandiéndose con diferentes matices desde un grupo ortodoxo (“duro”) conformado por Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, y otro de afines en diferente grado con Brasil y Uruguay y del que Honduras y Paraguay integraron eventualmente.

Hoy, cuando Argentina cambió del kichnerismo a la centroderecha, en Venezuela la oposición obtuvo los 2/3 de la Asamblea Nacional (victoria que HChF nunca alcanzó, excepto cuando la oposición no participó en elecciones en 2005) el mismo día que 16 años antes HChF llegara al poder, Cuba se acerca a EEUU y en Brasil se destapan gravísimos casos de corrupción en medio de un creciente crisis económica y de gobierno (mientras Correa Delgado desiste de relegirse ante la situación económica desfavorable y las protestas populares y Morales Ayma va a un referéndum incierto para seguir gobernando), los ideólogos bolivarianos deberían cuestionar (como ya lo han hecho  Dieterich y Petras) su modelo asentado en el populismo, la centralización del poder, la falta de transparencia, corrupción y pretensión de continuismo que provocan su propio final y el inicio de un nuevo ciclo.


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