martes, 27 de mayo de 2014

Uribe Vélez gana primer round

¿Acaso alguien duda que los votos mayoritarios para Óscar Iván Zuluaga Escobar fueron, en realidad, para Álvaro Uribe Vélez? Porque lo que se votaba en estas presidenciales colombianas eran, sobre todo, dos modelos de futuro que pasaban por la paz con las guerrillas: uno concesional —el de Juan Manuel Santos Calderón— y otro sin perdón —el de Uribe Vélez. El ex presidente —que no pudo constitucionalmente reelegirse en 2010 y delegó como heredero en Santos Calderón, luego su enemigo— logró durante su gestión, con su política de seguridad democrática, enfrentar exitosamente a las guerrillas para afianzar la gobernabilidad del país y remontar su crecimiento económico y esos dos éxitos —a pesar de su autoritarismo, su complacencia con las Autodefensas Unidas de Colombia, los falsos positivos y otras críticas— pesaron en la votación.

Tras escrutado 99,97% de la votación, el candidato uribista —Centro Democrático— obtuvo 29,25% votos válidos, ganándole al actual presidente —Partido de la U— que alcanzó 25,69%. Les siguieron Marta Lucía Ramírez de Rincón —Partido Conservador— con 15,52%, Clara López Obregón —Polo Democrático Alternativo— con sorpresivo 15,23% y Enrique Peñalosa Londoño —Alianza Verde, la misma organización que perdiera estrepitosamente con Antanas Mockus Šivickas en 2010—, “predicho” posible contrincante en segunda vuelta y otro gran perdedor, con sólo 8,28%. Pero el gran “ganador” fue la abstención: 59,93% del padrón electoral, la más alta en los últimos 20 años; el voto en blanco fue 5,99% y pifiado —nulos y no marcados—, 2,75%. Y el tercer perdedor —como en 2010—: las encuestas, erradas nuevamente.

Aunque las acusaciones de sobornos y financiamientos electorales de narcos y espionaje y piratería de correos electrónicos contra los dos candidatos mayoritarios —antiguos colegas de gabinete— han convertido estas presidenciales colombianas en una sucia batalla, más pesó el tema de la paz con la guerrilla —la principal baza electoral de Santos Calderón, inconclusa tras 18 meses de negociación—, sin olvidar que, a pesar de los buenos índices macroeconómicos, al actual gobierno se le acusa de no bajar el desempleo ni la pobreza y de no mejorar la salud pública ni tener una política agraria adecuada, además de la creciente inseguridad ciudadana.

Como mencionaba en un comentario que publiqué antes, esta guerra entre Santos Calderón y Uribe Vélez —la verdadera batalla— no concluyó ayer. Y aunque faltan las alianzas de perdedores con los finalistas, aún nos quedará, y mucho, por ver de este sucio ventilador de excrementos hasta el ballotage del 15 de junio, el gran referendo sobre el futuro de Colombia y las negociaciones con las guerrillas.

Pero lo que no queda duda es que Uribe Vélez es el árbitro político en la Colombia del siglo xxi: elegido presidente en 2002 y reelegido en 2006, en 2010 hizo ganar abrumadoramente a su heredero Santos Calderón y ahora lo hace tambalear con otro nuevo delfín, Zuluaga Escobar. Casi un patriarca garciamarquiano.



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