Los hermosos versos con que la poetisa portorriqueña Lola
Rodriguez de Tió describió a Cuba y Puerto Rico, pueden también servir para
Bolivia y Paraguay por las muchas cosas que los unen: fuerte presencia de las
Misiones Jesuíticas; su grito de independencia es muy cercano: Bolivia (1809) y
Paraguay (1811); aunque el desarrollo independiente fue por caminos diferentes,
ambos sufrieron el cercenamiento de vastos territorios por sus vecinos en el
siglo xix; intereses foráneos
provocaron la Guerra del Chaco; los dos fueron gobernados por reiteradas dictaduras
militares; Paraguay y Bolivia vivieron el fenómeno de las guerrillas entre 1960
y 70; sufrieron el Plan Cóndor; ambos —por diferentes vías y desde distintas
concepciones— buscan afianzar su desarrollo socioeconómico y mejorar sus
condiciones de vida.
Sin embargo, a pesar de ello y de la real afinidad entre
ambos pueblos porque diferencias circunstanciales —como la Guerra del Chaco— no
pudieron desunirlos, actualmente existe un gran desconocimiento mutuo y la
integración entre ambos —cercanos pero también muy distantes— sigue siendo una
asignatura pendiente. Hoy, a los retos comunes de crecer económicamente para afianzar
y hacer sostenible sus desarrollos económicos y superar la pobreza, se suma la
necesidad de detener el narcotráfico y la consolidación de zonas rojas para
prevenir foráneos grupos terroristas y cárteles del narcotráfico.
Los recientes hechos violentos en Tacuatí alertan de la
potencial penetración de grupos violentos —como las FARC colombianas, en
estrecha relación con el EPP— en zonas de conflicto en cualesquiera de ambos
países, en vínculo con la producción y comercialización de droga. La prevención
de este comercio ilícito y medidas eficaces y sostenibles contra la pobreza son
las mejores armas.
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